Enfermedades
maternas.
Rubéola
Es una enfermedad muy contagiosa que se manifiesta, con fiebre,
tos, conjuntivitis, dolor de cabeza, inflamación de los ganglios del cuello y
erupción que comienza en la cara y se extiende hacia abajo.
Habitualmente, no presenta riesgos ni
complicaciones en la población general, pero si una mujer que no posee
anticuerpos (ya que no está vacunada o no tuvo la enfermedad) contrae rubéola
en el primer trimestre de embarazo, puede afectar severamente al bebé.
La mayoría de las mujeres actualmente tienen anticuerpos contra la rubéola,
ya sea por haberla padecido, o por haber recibido la vacuna correspondiente.
En la primera visita, el obstetra chequea mediante
un análisis de sangre la inmunidad a esta enfermedad. En el caso de no ser
inmune, es importante evitar el contacto con personas que tengan rubéola y
vacunar a los otros hijos o niños con los cuales se pueda estar en contacto.
En caso de contraer la enfermedad, se puede
realizar un tratamiento con inmunoglobulinas para reducir los riesgos en el
bebé. Después del parto, la mujer se deberá vacunar para sus próximos
embarazos. Las mujeres que han sido vacunadas no deben quedar embarazadas hasta
3 meses después de aplicada la vacuna.
Toxemia o pre-eclampsia
La pre-eclampsia, gestosis gravídica o toxemia, es un cuadro grave de
causa no bien definida que se presenta después de la semana 20, y que se
caracteriza por hipertensión arterial materna, a la que se agregan alteraciones
de la función renal, edemas y aparición de proteínas en
la orina.
Es más frecuente en los extremos de la vida reproductiva, o sea, debajo de los
20 y más allá de los 35 años de edad.
También se presenta con mayor incidencia en las mujeres obesas, aunque esto no
es una condición indispensable.
Los síntomas de esta enfermedad son hinchazón de pies, manos y cara, dolor de
cabeza, visión borrosa, mareos, aumento repentino de peso y presión alta.
Por lo general, se detecta en los controles prenatales, por lo cual es muy importante
no saltearlos.
En casos muy severos en que se agregan convulsiones, se denomina “eclampsia”.
Este cuadro pone en riesgo la vida de la madre y del bebé; por lo tanto, es
imprescindible acudir de inmediato al médico en el caso de que se presenten algunos
de los síntomas mencionados. Este cuadro puede evitarse a través de un estricto
control prenatal y del tratamiento adecuado de la pre-eclampsia
Infecciones urinarias
Las infecciones del sistema urinario (riñones, vejiga, uréteres y uretra),
frecuentes entre las mujeres, son causadas por bacterias y pueden ocurrir
independientemente del contacto sexual. Sus síntomas son picazón y necesidad
frecuente de orinar, fiebre y dolor en el bajo vientre. Se tratan con
antibióticos y otros medicamentos ya que pueden complicar el embarazo. Es
importante consultar al médico por este
problema.
Hipertensión arterial
Durante el embarazo, la presión arterial por encima de la normal puede causar
problemas. Sin embargo, se la puede detectar precozmente ya que en cada control
prenatal se debe medir la presión arterial. Los síntomas posibles son dolor de
cabeza o pies hinchados.
Generalmente, no presenta síntomas, aunque a veces se acompaña de dolor de
cabeza, pies y manos hinchados, situaciones que se deben informar
inmediatamente al obstetra, pues pueden ser muy riesgosas para la madre y el
niño. El obstetra indicará exámenes complementarios para controlar la salud
materna y la del bebé, como ecografías, doppler, y análisis de sangre y orina.
Enfermedades de transmisión sexual
Una mujer infectada puede transmitir la enfermedad a su bebé. Además, la
infección puede causar trastornos en el desarrollo del feto y aumenta el riesgo
de aborto espontáneo. Algunas de ellas son: HPV, Sífilis, Herpes genital,
Sida, Chlamydia, Hepatitis B.
Enfermedades
perinatales.
Prematuridad.
Para determinar si un bebé es prematuro o no, se deben diferenciar los
tiempos de gestación debido a las distintas repercusiones que pueden tener para
el recién nacido. Así, se entiende como parto a término aquel que se da entre
las 37 y las 42 semanas de gestación; parto prematuro sería aquel que nace
antes de las 37 semanas y parto postmaduro, aquel que nace con más de 42
semanas de gestación.
Bajo peso al
nacer.
Del mismo
modo que hay que comprobar los tiempos de gestación para ver los posibles
efectos en el desarrollo del bebé, también se debe tener en cuenta su peso. De
este modo, diferenciamos niños con bajo peso (cuando nace con un peso
comprendido entre los 1.500 y los 2.500 gramos), muy bajo peso (el bebé nace
con un peso entre los 1.000 y los 1.500 gramos) y extremadamente bajo (un peso
menor a 1.000 gramos).
Problemas respiratorios.
El problema más importante del niño prematuro es el Síndrome de Distress Respiratorio,
el cual consiste en una insuficiencia respiratoria debida a la falta de una
lipoproteína (que se comienza a producir en cantidades suficientes a partir de
la semana 34) que recubre la superficie de los alvéolos pulmonares y evita que
se colapsen durante la respiración normal.
Tras recibir
tratamiento para esta insuficiencia respiratoria, muchos niños desarrollan una enfermedad crónica
denominada displasia broncopulmonar, teniendo más más probabilidad de padecerla
aquellos niños que estén más de 30 días con respiración asistida o con un peso
inferior a 1.250 gramos (además, suelen presentar algún tipo de retraso en el
desarrollo o problemas de lenguaje según van creciendo).
Por otro lado, los bebés prematuros también pueden sufrir
apnea: un patrón respiratorio irregular que se caracteriza por
pausas prolongadas debido a que el Sistema Nervioso Central aún está inmaduro o
presenta algún tipo de daño.
Asfixia perinatal.
Es debida a una disminución de la cantidad de oxígeno que
se produce y se envía al flujo sanguíneo cerebral del bebé. Se evidencia dando
una puntuación baja en el test de APGAR, mostrando el bebé cierta irritabilidad, respuestas exageradas o pérdida
de sensibilidad y tono muscular bajo. También pueden aparecer convulsiones
persistentes y graves e incluso el coma.
Las causas pueden ser varias, entre las que se deben
mencionar los problemas con la placenta o el cordón umbilical, parto difícil o
bebé demasiado grande. Aquellos niños con un problema de este tipo pueden
presentar desde cierta hipotonía general hasta retraso evolutivo y parálisis
cerebral.
Problemas metabólicos.
Son los niños que presentan bajo peso al nacer o prematuridad aquellos que
son más susceptibles a padecer problemas de este tipo. Las deficiencias pueden
darse en productos esenciales para el metabolismo cerebral (como la glucosa) o
la insuficiencia de minerales como el calcio, potasio, sodio, fósforo, hierro y
magnesio. No obstante, existen programas de screening para detectar estas
posibles alteraciones metabólicas, como la prueba del talón.
Enfermedades
nutricionales.
Desnutrición.
Es un trastorno
producido por la ingesta reducida de alimentos, una dieta inadecuada o
problemas en la digestión o absorción de los alimentos. Implica un consumo de
calorías menor al necesario para que nuestro organismo se mantenga y crezca.
Los principales signos y síntomas que pueden ocurrir en un proceso de desnutrición son:
- Pérdida de peso
- Aparición de edemas
- Aparición de ascitis
- Debilidad muscular
- Perdida de masa muscular
- Alteraciones de la coagulación sanguínea
- Alteraciones en el sistema inmunitario (de defensa)
En lo referente al tratamiento este va a depender tanto de la gravedad del estado de desnutrición como de la existencia de otras enfermedades. Por lo tanto el tratamiento medico tendrá como objetivo abordar dos facetas:
- Tratamiento de la desnutrición
- Tratamiento de las posibles enfermedades
Obesidad.
Esta enfermedad nutricional representa la antítesis de la
desnutrición, pues consiste en la ingesta desmedida de alimentos. Esto genera
una acumulación de grasa corporal altamente perjudicial que provoca todo tipo
de desequilibrios (hormonales, psicológicos, etc.). Además, aumenta en gran
medida el riesgo de padecer otras enfermedades, como la diabetes de tipo 2,
cáncer y osteoartritis. Si no se trata, puede llegar a ser mortal.
La obesidad puede causar varios problemas ortopédicos, incluyendo dolor en la
zona inferior de la espalda y agravamiento de la artrosis,
especialmente en las caderas, rodillas y tobillos.
Los trastornos cutáneos son particularmente frecuentes. Dado que los obesos
tienen una superficie corporal escasa con relación a su peso, no pueden eliminar
el calor del cuerpo de forma eficiente, por lo que sudan más que las personas
delgadas. Es frecuente asimismo la tumefacción de los pies y los tobillos,
causada por la acumulación a este nivel de pequeñas a moderadas cantidades de
líquido (edemas).
La mejor forma de tratar la enfermedad es previniéndola, identificando
precozmente a los pacientes en los que a partir de los 20-25 años comienza a
cambiar el peso. Los médicos consideran que el obeso debe ser considerado como
un enfermo crónico que requiere un tratamiento a largo plazo, con normas
alimentarias, modificación de los hábitos de conducta, ejercicio físico y
terapia farmacológica. Los nuevos enfoques terapéuticos están basados en
promover una pérdida de peso con programas de control de las enfermedades y
problemas asociados, que dan lugar a problemas vasculares, cardiacos y
metabólicos.
El obeso no debe perder kilos sino masa grasa, con pérdidas pequeñas y
duraderas que impliquen una rentabilidad metabólica. Es necesario consolidar la
pérdida de peso a largo plazo, y además, reducir el riesgo de muerte prematura,
de enfermedad cardiaca, metabólica y vascular. En ciertos casos, los médicos
pueden decidir que, además de cambiar la dieta y realizar ejercicio físico, es
necesario completar el tratamiento con fármacos, que deben ser administrados con
una dieta moderadamente hipocalórica y equilibrada.
Bulimia.
Es un desorden alimenticio causado por una combinación
de ansiedad y una preocupación obsesiva por el peso corporal y el aspecto
físico. Se caracteriza por episodios de un consumo excesivo y descontrolado de
alimentos, seguido de vómitos autoinducidos, el uso de laxantes y dietas
restrictivas que terminan resultando nocivas.
Generalmente las personas que padecen bulimia han sido obesas o han realizado
numerosas dietas sin control médico. Tratan de ocultar los vómitos y las
purgaciones, por lo que la enfermedad suele pasar desapercibida durante mucho
tiempo. Los síntomas típicos de un cuadro de bulimia son los siguientes:
- Atracones o sobreingesta de alimentos: El enfermo come una gran cantidad de
alimentos en un espacio de tiempo muy corto. No tiene control sobre la ingesta y
es tal la ansiedad que cree que no puede parar de comer.
- Para prevenir el aumento de peso y compensar el atracón o el exceso de las
comidas se provoca vómitos, utiliza laxantes, diuréticos, fármacos, o recurre a
otros medios que le permitan controlar el peso, como la practica abusiva de
actividades deportivas.
- Los ciclos de atracones y vómitos se manifiestan un mínimo de dos veces por
semana.
- La autoestima del enfermo es baja y la identifica con su cuerpo.
Asimismo, se producen otros cambios físicos y emocionales (depresión,
ansiedad)
que manifiestan el desarrollo de la enfermedad. Los bulímicos se ven gordos,
incluso cuando su peso es normal; se avergüenzan de su cuerpo y lo rechazan, por
lo que intentan hacer dieta en todo momento. A pesar de todo, la ingestión
compulsiva a escondidas o durante la noche es una de las principales
características de esta patología. Pueden llegar a gastar una gran cantidad de
dinero en comida o recurrir a la que ya hay en casa, que comienza a desaparecer
misteriosamente de la despensa. No sienten ningún placer al comer ni
preferencias en cuanto al tipo de alimentos, sólo buscan saciarse. Intentan
evitar los lugares en los que hay comida y procuran comer solos. Su
comportamiento suele ser asocial, tienden a aislarse, y la comida es su único
tema de conversación. Además, la falta de control sobre los alimentos les
produce grandes sentimientos de culpa y vergüenza.
Las dos aproximaciones al tratamiento son la psicoterapia y los fármacos. Es
mejor que la psicoterapia la realice un terapeuta con experiencia en
alteraciones del apetito, pudiendo resultar muy eficaz. Un fármaco antidepresivo
a menudo puede ayudar a controlar la bulimia nerviosa, incluso cuando la persona
no parece deprimida, pero el trastorno puede reaparecer al interrumpirse la
administración del fármaco.
En virtud de la gravedad se puede recurrir a un tratamiento ambulatorio o a
la hospitalización. En primer lugar se trata de evitar los vómitos, normalizar
el funcionamiento metabólico del enfermo, se impone una dieta equilibrada y
nuevos hábitos alimenticios. Junto a este tratamiento, encauzado hacia la
recuperación física, se desarrolla el tratamiento psicológico con el fin de
reestructurar las ideas racionales y corregir la percepción errónea que el
paciente tiene de su propio cuerpo. El tratamiento también implica la
colaboración de la familia, ya que en ocasiones el factor que desencadena la
enfermedad se encuentra en su seno. La curación de la bulimia se alcanza en el
40 por ciento de los casos, si bien es una enfermedad intermitente que tiende a
cronificarse. La mortalidad en esta enfermedad supera a la de la anorexia debido
a las complicaciones derivadas de los vómitos y el uso de purgativos.
Anorexia nerviosa
Es una enfermedad que supone un miedo intenso por aumentar de peso. Es
similar a la bulimia y conduce a una pérdida de peso súbita debido a dietas muy
restrictivas y a la práctica desmedida de ejercicio físico.
Los síntomas que dan la voz de alarma:
- Preocupación excesiva por la composición calórica de los alimentos y por la
preparación de los alimentos
- Constante sensación de frío
- Reducción progresiva de los alimentos
- Obsesión por la imagen, la báscula, los estudios y el deporte
- Utilización de trampas para evitar la comida
- Hiperactividad
A estos síntomas se le suman otros rasgos típicos como la irritabilidad, la
depresión
y los trastornos emocionales o de la personalidad. Asimismo, se manifiesta una
alteración de la sensación de saciedad y plenitud antes de las comidas, náuseas,
hinchazón, o incluso ausencia de sensaciones. En esta patología también se
observan numerosos trastornos cognitivos que se centran en los alimentos, el
peso corporal y el aspecto físico:
- Abstracciones selectivas
- Uso selectivo de la información.
- Generalizaciones
- Supersticiones.
- Se magnifica el lado negativo de cualquier situación.
- Pensamiento dicotómico.
- Ideas autorreferenciales.
- Inferencia arbitraria
Los objetivos globales del tratamiento son la corrección de la malnutrición y
los trastornos psíquicos del paciente. En primer lugar se intenta conseguir un
rápido aumento de peso y la recuperación de los hábitos alimenticios, ya que
pueden implicar un mayor riesgo de muerte. Pero una recuperación total del peso
corporal no es sinónimo de curación. La anorexia es una enfermedad psiquiátrica
y debe tratarse como tal. El tratamiento debe basarse en tres aspectos:
- Detección precoz de la enfermedad: conocimiento de los síntomas por parte de
los médicos de atención primaria y de los protocolos que fijan los criterios que
el médico debe observar.
- Coordinación entre los servicios sanitarios implicados: psiquiatría,
endocrinología y pediatría.
- Seguimiento ambulatorio una vez que el paciente ha sido dado de alta, con
visitas regulares. Las hospitalizaciones suelen ser prolongadas, lo que supone
una desconexión del entorno que puede perjudicar el desarrollo normal del
adolescente. Por ello son aconsejables, siempre que se pueda, los tratamientos
ambulatorios.
Anemia.
Es una enfermedad en la sangre que implica una
disminución del nivel de glóbulos rojos. Esta es causada por una absorción
deficiente de minerales, especialmente de hierro. Para evitar esta enfermedad nutricional,
es fundamental incorporar a nuestra dieta alimentos ricos en este mineral, como
la carne vacuna, el atún o el huevo.
Si la anemia es leve, es posible que usted no tenga ningún síntoma. Si el problema se desarrolla lentamente, los síntomas que pueden producirse primero abarcan:
- Sentirse malhumorado
- Sentirse débil o cansado más a menudo que de costumbre, o con el ejercicio
- Dolores de cabeza
- Problemas para concentrarse o pensar
Si la anemia empeora, los síntomas pueden abarcar:
- Color azul en la esclerótica de los ojos
- Uñas quebradizas
- Deseo de comer hielo u otras cosas no comestibles (pica)
- Mareo al ponerse de pie
- Color de piel pálido
- Dificultad para respirar
- Lengua adolorida
El tratamiento se debe orientar hacia la causa de la anemia y puede incluir:
- Transfusiones de sangre.
- Corticoesteroides u otros medicamentos para inhibir el sistema inmunitario.
- Eritropoyetina, un medicamento que ayuda a que la médula ósea produzca más células sanguíneas.
- Suplementos de hierro, vitamina B12, ácido fólico u otras vitaminas y minerales.